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La delincuencia se iba encargando de despojar parte del material estructural de la universidad. Aquellos techos de zinc, aquellos pizarrones acrílicos, aquellas mesas, sillas y lámparas pasaron a ser un recuerdo de lo que fue una universidad rural. Una parte de las aulas se convirtió, por necesidad, en un recinto de improvisados baños públicos entre la podredumbre y el polvo para hombres y mujeres, los mismos que se vieron forzados a darle ese nuevo uso debido a la falta de agua en los que originariamente fungían como baños para estudiantes, empleados y docentes... Los extensos jardines que la caracterizaron por años no son más que el lugar del monte silvestre sin árboles ni flores que cuidar. Los extensos pasillos, donde hace solo 5 años atrás caminaban apurados o desahogados los estudiantes, son en la nueva faceta carreteras semidesérticas donde la jornada laboral/estudiantil busca una normalidad, normalidad que diariamente se ve atropellada por elementos internos y exte